Todavía recuerdo las palabras de mi abuelo Joan, natural de Arbeca , cuna de la oliva Arbequina, que me explicaba en las tórridas noches de verano en nuestra finca familiar: “Algún día llegará el agua a nuestros secanos y aquel día el mundo del aceite de oliva será muy próspero”.
Recuerdo que en aquellos años 80 las palabras de mi abuelo me sorprendían por su contundencia, pero me parecían unas afirmaciones difíciles de entender. Él era uno de los referentes del momento en aceite de oliva, viajaba constantemente al futuro, estaba rodeado de las nuevas corrientes del aceite de oliva de Italia, su segunda patria.
Nuestro olivar, en Lleida, era de secano y se caracterizaba por un marco de plantación muy extensivo, con no más de 100 olivos por hectárea, en un territorio marcado por terrazas, piedras y muy poca agua. Este olivar tradicional se sustentaba gracias a la agricultura familiar. A partir de la feria de Santa Catarina, a finales de noviembre, empezaba la recolección con el ánimo de recoger el máximo de olivas de forma manual. Todo eran prisas a partir de este momento, el objetivo era avanzarse a la primera helada severa que destruiría todo el potencial de calidad de las nuevas olivas. La combinación de cosecha manual, olivo extensivo y poca mano de obra, convertía la recolección en un proceso largo y tedioso, acabándose la cosecha tarde en enero, con una oliva arbequina extremadamente madura y en muchos casos muerta por los fríos. Con un proceso de recolección tan lento y largo, una parte de muchas cosechas se perdía por algún factor sobrevenido: viento, heladas, sobre maduración, etc.
Avanzamos en el tiempo 10 años y llegamos a los 90, y los conceptos de mi abuelo quedan totalmente en entredicho. Plantamos en nuestro territorio una finca experimental de olivo arbequina con grandes capacidades de riego, y el resultado es catastrófico. Árboles con gran vegetación, descontrolados, con un exceso de riego que los convierte en un foco de plagas, daños por fríos consecuencia de la humedad excesiva y en resumen muy pocas cosechas aceptables. El mito del agua, ligado a la familia PONS se pone en cuestión y se llega a la conclusión que el olivo es un árbol de secano y que solo sobrevive en estas circunstancias.
Llegamos al año 2000 y el cambio de milenio aporta tecnología en el campo e incrementa una problemática que se agudizará los años sucesivos, la escasez de mano de obra para la agricultura. Los costes generales de los agricultores aumentan y van convirtiendo el olivo en un cultivo prohibitivo y poco rentable. Aquí es donde toman sentido de nuevo las palabras de mi abuelo. EL agua es riqueza y la dificultad agudiza el ingenio. De todo esto aparece el concepto de la irrigación de precisión por goteo, que administra el agua justa para la gestión de la planta. Durante los inicios del nuevo milenio aparecen las primeras plantaciones en *semi-intensivo. El concepto es intensificar el número de olivos por hectárea, pasando de los 100/ha en cultivo tradicional a 600/ha en cultivo tecnológico moderno.
En nuestro caso, en Pons, vemos como estas tecnologías se aceleran y por el contrario las estructuras hidroeléctricas de nuestro territorio no progresan. Vemos como poco a poco el modelo de regadío por goteo hace poso y se evoluciona el concepto, pasando de olivos en *semi-intensivo a intensivo con plantaciones de 900-1000 olivos/ha. El agua y la tecnología son el maridaje perfecto para relanzar el mundo del olivo. Es el momento en que las palabras de mi antecesor toman vital importancia y credibilidad. El negocio tiene futuro y la clave se denomina agua.
Finalmente llegamos al 2020 y la anhelada agua soñada y mitificada se hace una realidad pura. Es el momento de acelerar, el agua de regadio conquista el sur de Lleida y nuestra zona de cultivo entra al corte. Incesante y gracias a la tecnología hoy estamos relanzando nuestro negocio familiar PONS con la última versión de plantaciones: El super-Intensivo o también denominado olivar en seto Es nuestra versión, es nuestro momento, plantaciones de más de 1600 olivos por hectárea en marcos de plantación muy estrechos. Fincas que ya están preparadas para recibir la bendición del oro líquido, fincas modernizadas que generan oliva de calidad de manera estable y regular. La llegada del superintensivo a Pons nos aporta la capacidad de recolectar pronto, escapando de los fríos del territorio tan perjudiciales para la calidad. Nos permite cultivar a costes controlados, puesto que la mecanización es el factor de gestión en nuestras fincas. Nos permite recoger mucha oliva en el día y hora perfectas para la obtención del super aceite de oliva del futuro.
Hoy sí que puedo afirmar que mi abuelo Joan visualizó el futuro del olivo gracias al agua, a pesar de que en su primer intento erró.
La super calidad ya esta aquí y no tiene otro nombre que olivo moderno en seto.
Eduard Pons Suñé, CEO de PONS, cuarta generación.